lunes, 26 de abril de 2021

Gestor Cultural MX - Desfolclorizar la gestión cultural en comunidades indígenas

La palabra folclore en su etimología hace referencia según la Real Academia de la Lengua Española al conjunto de costumbrescreenciasartesaníascanciones y otras cosas semejantes de carácter tradicional y popular. Según varios estudios, se considera que fue William Thoms quien acuñó este concepto hacia 1845, el cual utilizaba para hacer referencia a la cultura popular, específicamente a las antigüedades y a la literatura. Es interesante que desde esta concepción, se evocaba básicamente a campesinos, analfabetos, pobres y en general a personas que vivían en el medio rural. Por supuesto, es importante entender que esta noción de folclor(e) surgió en Inglaterra, o sea, desde una visión europea. 



En México, es común escuchar esta palabra para hacer referencia a la tan disputada cultura popular. Esto lo menciono por que tampoco podemos evadir las teorizaciones que se han hecho respecto a este tema. Desde Bonfil, Canclini o Colombres, se ha pensado y cuestionado bastante a qué se hace referencia con esta noción de lo popular. Sin embargo, es casi naturalizado pensar en la vinculación entre cultura popular y folclor. En este caso, hago referencia específicamente al caso de los pueblos originarios, o tradicionalmente llamados indígenas. Para una crítica a este concepto, recomiendo revisar los textos de Yasnaya Aguilar. 

Seguramente hemos escuchado una y otra vez, especialmente en fechas como el 15 de septiembre, el Día de muertos, la Guelaguetza, entre otras celebraciones, el uso de la palabra folclor y/o cultura popular. Mi incomodidad por la folclorización, más que el uso de la denominación, que por supuesto tiene una carga histórica y política. Es la forma en que se ha instrumentalizado por distintos entes gubernamentales y por supuesto la iniciativa privada, especialmente por el turismo. 

Es importante tomar en cuenta que la idea de folclor está íntimamente ligada a la construcción de estados nacionales en América Latina, por supuesto, México es un gran ejemplo en la región. Pero también reconocemos que en la producción de ese sujeto nacional, se construyeron una serie de estereotipos e imaginarios, que hoy en día forman parte de un lugar común, tanto al interior como al exterior del país. Una y otra vez escuchamos al Son de la negra, los mariachis, la china poblana, el charro, el cine de Oro, incluso los paradigmas gastronómicos de la mexicanidad, entre otros referentes que se repiten una y otra vez en revistas, museos, libros y otros dispositivos que han mantenido una idea del folclor mexicano. Esta problemática también se ha deslizado a distintos proyectos culturales y evidentemente a la política cultural del país.



A estas alturas, es válido preguntarse por qué tanto conflicto con la mexicanidad y su folclor. El problema con este sujeto nacional, está vinculado por un lado a la homogeneización de la diversidad cultural, que por supuesto ha sido reconocida en la constitución a través de la idea de pluriculturalidad. Sin embargo, esto no ha sido suficiente. Las historias locales de los pueblos han sido fagocitadas por la historia oficial o de plano borradas, no solo de los dispositivos museísticos nacionales, así como de otros mecanismos estatales, sino también muchas veces impedidas, incluso a través de apuestas como los museos comunitarios. Para este tema recomiendo ampliamente los textos de Mario Rufer, quien ha trabajado durante varios años el caso de estos museos. 



Otro de los problemas al que nos encontramos con estos procesos, son la forma en que se ha instrumentalizado este folclor, me refiero específicamente a la manera en que múltiples empresas han usado estos saberes, tradiciones, costumbres, producciones locales, textiles, etcétera para producir una oferta turística nacional e internacional. El tema aquí no es solamente todos los problemas que acarrea el turismo, ya sea cultural o no. Sino que una y otra vez vemos en múltiples municipios y localidades, diferentes comunidades indígenas y no indígenas marginadas de los beneficios económicos del turismo. 

En este sentido, invito a quien lea este blog a pensar cuántos indígenas son dueños de negocios en los centros turísticos, cuántos manejan su patrimonio cultural o en general quién administra su cultura. Creo que esta reflexión permitirá pensar cual es el papel de estas comunidades, productoras y poseedoras de una valiosa cultura. Pero aún cuando deciden mercantilizar sus saberes, generalmente no se benefician de esto. Y cuando han decidido cerrarse a esta posibilidad, el mercado y el Estado, por darle un nombre al conjunto de empresarios y burócratas, buscan forzar esta mercantilización y apropiarse de la cultura de los otros. Por supuesto, no descarto las buenas intenciones y los proyectos que realmente se comprometen con estas comunidades. 



Tampoco podemos olvidar las formas en que la propia academia ha instrumentalizado los conocimientos de las comunidades, sin dar crédito alguno a quienes les ofrecen la información, que seguramente terminará como un producto bibliográfico, guía de turismo, recetario, revista, etc. Una y otra vez vemos la falta de reconocimiento a quienes nos comparten sus conocimientos. Nuevamente, esto no se puede generalizar. Existen hoy en día distintas prácticas metodológicas que han dejado de objetualizar y cosificar a los llamados informantes. 

El problema específicamente con la gestión cultural, es que muchas veces nos hemos convertido en agentes sin reflexión crítica, que mediante los llamados proyectos comunitarios, funcionamos como facilitadores que entregan en bandeja de plata a estas comunidades, dispuestas como un banquete para el mercado multiculturalista y al llamado Estado fagocitador, alterofílico y alterofóbico, al que hace alusión Rita Segato. Con esto no quiero decir que dejemos de apoyar a las comunidades, sino que invito a que cuestionemos los procesos de gestión, a veces idealizados desde una visión salvacionista. En este sentido, antes que pensar en procesos descoloniales, pensar nuestras prácticas colonizadoras y las marcas que hemos repetido tantas veces en los proyectos culturales.

Es muy común encontrarse en el campo de la gestión cultural proyectos enfocados al turismo, la mercantilización de artesanías, producción de libros sobre narraciones locales, salvaguarda de iconografías textiles, entre otros saberes que se organizan y se empaquetan prácticamente para el uso de empresas u organismos gubernamentales. El problema mayor es que muchas veces las retribuciones justas, el desarrollo de las comunidades y la autonomía no se logra en estos procesos de gestión. Una de las críticas actuales más fuertes a la gestión cultural, realizada por Eduardo Restrepo desde los Estudios Culturales, es precisamente la gestión entendida como gubernamentalidad y extensión de la dominación. 

Como ya he mencionado en la entrada anterior, no podemos ofrecer fórmulas para cada proyecto y contexto. Pero si podemos reflexionar nuestras prácticas y cuestionar si nuestra intervención o intermediación en una comunidad originaria, tiene el potencial de beneficiar a las comunidades, mantener su autonomía y que al final sea la propia comunidad la que decida abrirse o mantenerse cerrada a las propuestas empresariales o estatales. Porque nuevamente, como ya he mencionado, es necesario renunciar definitivamente al tutelaje y paternalismo que muchas veces reproducimos, cuando creemos que tenemos la solución para el manejo de sus tradiciones, costumbres, artesanías, patrimonios, entre otros saberes. 


La propuesta para desfolclorizar la gestión, es precisamente esa, impedir que desde nuestra propia práctica, sigamos reforzando el extractivismo, el despojo, la dominación y la teatralización de la identidad a las que muchos pueblos originarios han sido sometidos. Pensemos por supuesto, el origen de la noción de folclor está íntimamente vinculada a condiciones de clase que en nuestro país se relaciona evidentemente con el tema de la etnicidad. El panorama que comento es un problema ético, habrá quien siga manteniendo la figura de un gestor folclorista, reproduciendo distintas violencias simbólicas, pero esto ya es personal, y como dicen las feministas, lo personal es político. 

Agradezco profundamente mis conversaciones con mi amigo tejedor tsotsil Alberto López, quien me ha ayudado a pensar varios de estos puntos. 

Canal de YouTube: https://youtube.com/channel/UCownOCKrqdJj6ahpYAXSD4A

Página de facebook: https://www.facebook.com/GestorCulturalMx/

https://telar.cultura.gob.mx/perfil/9dJrnqz4phmo4wBJHFCnPw==

Contacto: gestor.cultural.mx@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gestor Cultural MX - La comunidad manipulada y la redención del gestor cultural

Uno de los momentos más incómodos y reveladores de los 10 años que llevo en el campo de la Gestión Cultural fue cuando llegué al Doctorado e...